jueves, 28 de agosto de 2008

La noche más feliz

Me gusta que para llegar al Calderón tenga que atravesar las calles a trompicones y pidiendo permiso como si de una discoteca a rebosar se tratara. Me gusta no poderme pedir un mini en la ventanilla del bar el Chiscón porque lo tienen acordonado como un bunker. Me gusta ver a los antidisturbios apostados en la puerta y al del bazooka de pelotas de goma con su cara de Bruce Willis en Jungla de Cristal. Me gusta que la cola para entrar por la puerta 36 llegue casi a la piscina de los pisos de enfrente. Me gusta el blanco impoluto de las redes de las porterías y que sean plegables y me gusta que el rojiblanco de los banderines de córner haya dado paso al amarillo chaleco reflectante.
En realidad, la mayoría de lo citado anteriormente me gusta bastante poco, pero me gusta lo que todo ello implica: la Champions League.
Y
a es oficial, el Atlético de Madrid jugará la fase de grupos de la Liga de Campeones once años después. Y que más da si estamos en el bombo cuatro y probablemente el nuestro sea el grupo de la muerte. Yo en septiembre voy a escuchar el himno de la Champions en mi estadio, y eso, ya no me lo quita nadie.
Subí las escaleras del Calderón a la carrera, ya que la interminable cola reseñada me hizo perderme el primer minuto de juego y el homenaje de Kiko y López al Kun Agüero por el oro olímpico. Ambos disputaron el último partido de Champions del Atleti hasta la fecha y a buen seguro que su presencia ayudó para la mágica atmósfera que se formó en el Manzanares 

MI CULO Y LA CARA DEL KUN
Acompañado de mi padre y mi novia, repartí el periódico para ponerlo sobre los asientos y decidí que si alguien tenía que poner el culo sobre la cara del Kun Agüero ese era yo. Nos dio suerte.
El primer cuarto de hora se pasó sin apenas darme cuenta, lo que no era positivo, ya que la idea era intimidar desde el inicio. Sin embargo, en la primera llegada, el Atleti dio en la diana. Forlán se sacó un zurriagazo que repelió un defensa alemán aún no sé cómo, pero el rechace cayó a Perea que la colgó como si hubiera estado poniendo balones toda su vida y allí apareció el Kun para poner la cabeza. Todos le esperaban y no falló. 19 minutos y la eliminatoria igualada. Todavía no comprendo cómo los alemanes le dejaron rematar solito.
Con el primer objetivo cumplido los rojiblancos no se volvieron locos. El conjunto alemán no pasaba del centro del campo, mientras que el indultado Maniche y Maxi ponían la garra en la parcela ancha luchando cada balón.
Y sin hacer demasiado, Simao estuvo a centímetros de poner el segundo. Una llegada desde la izquierda acabó con un remate que el poste escupió fuera igual que podía haberse ido dentro. Por entonces rezaba para que no tuviéramos que acordarnos de esa ocasión.
El descanso llegó con los alemanes tocando más balón de lo recomendable, aunque en ningún momento daban la sensación de poder hacer daño y de no ser porque el traje de Leo Franco estaba hecho con el mismo material que los banderines nadie nos hubiéramos percatado de su presencia.

EL GUIÓN SOÑADO
En el descanso soñaba con que Aguirre les diera una arenga para que salieran a comerse a los germanos según salieran por la bocana. Y aunque el azteca es más de recordarles que hay tiempo hasta el noventa para poner el segundo, Forlán lo hizo en cinco minutos.
Ya había avisado Raúl García con un tiro al lateral de la red, pero fue el uruguayo el que puso el éxtasis con un zurdazo de delineante que se alojó junto al poste haciendo estallar al Calderón. El guión era el que hubiera escrito cualquier atlético y mientras celebraba el tanto, miré al cielo del Calderón, oscuro, sin ni una estrella, y fui feliz.
Pero aún quedaba un mundo y en ese largo trecho mi novia me preguntaba por qué el Atleti se metía atrás en vez de ir a por el tercero que diera la tranquilidad.
Intenté explicarle que en parte sería por Aguirre, porque ahora eran los alemanes los que estaban eliminados y que, por desgracia, conforme pasaran los minutos el campo se inclinaría hacia el fondo norte, ya que cuanto más cerca vieran el objetivo, menos riesgos querrían correr los rojiblancos.
Y así fue. Aguirre dio entrada a Luis García y a Assunçao por Forlán y Maniche (pocas veces alguien con tan poca pinta de futbolista dio tanto). Dos cambios ligeramente defensivos. El Shalke dio dos sustos. El primero se paseó por delante de la meta de Leo y el segundo lo sacó el argentino tras un tiro de Westermann.
El reloj se quedaba clavado en el minuto 79 cuarto de hora, pero cuando por fin llegó el 80 el Calderón tocó el cielo de la Champions.

DIEZ MINUTOS DE ÉXTASIS

Agüero (con jet lag) hizo un par de fintas y sacó un derechazo que despejó Schober. Pero recogió el rechace, resbaló, y se la puso a Luis García, que empujó al Atleti a la Liga de Campeones. Ahora sí estaba hecho. Quedaban diez minutos para disfrutar. Para cantar, para hacer la ola, para botar, y para sudar como un cochino en la calurosa noche madrileña como si también hubiera jugado.
Hubo incluso tiempo para el cuarto, de Maxi de penalti, en una jugada que nuevamente inició el Kun y acabó Simao, que fue arrollado por Pander, héroe de la ida y expulsado en la vuelta.
42 euros de la entrada de mi novia, 85 del abono total, otros 40 para la borrachera de antes, durante y, sobre todo, después del partido. Ver al Atleti en Champions, once años después, no tiene precio.