lunes, 26 de mayo de 2014

El día en que lloré porque el Atleti era campeón de Europa

“Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.
Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.
No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida”.

Lo que acaban de leer es un fragmento de la “Elegía a Ramón Sijé”, del gran Miguel Hernández, que escribió en 1936 tras la muerte de su compañero y amigo.
Les aseguro que fue lo que sentí en el minuto 93 de la Final de Champions cuando Sergio Ramos nos asestó ese manotazo duro, ese golpe helado, ese hachazo homicida que nos volvía a dejar sin Copa de Europa, 40 años después, exactamente igual que entonces. Con un empujón brutal que nos arrebataba el trofeo de las manos cuando ya lo estábamos tocando. No se me ocurre muerte más cruel, y fue parte de este poema lo que se me vino a la cabeza cuando aún lamentaba la derrota sin dar crédito a lo sucedido.

UNA CRÓNICA DOLOROSA
Vaya por delante, aunque ya seguro que se habrán percatado, que no va a ser ésta una crónica optimista ni animosa, que ensalce la histórica temporada protagonizada por el Atlético de Madrid y les emplace a consolarse con que pronto nos veremos en otra parecida. Lo primero es cierto y lo segundo posible, pero no hablaré de aquello ahora.
Lo que van a leer aquí es una crónica escrita por el corazón, desde la ilusión de los momentos previos, tras ocho horas de autobús hasta Lisboa y todo un día de paseos por la capital portuguesa, la praça do Comércio, el río Tajo, su añejo tranvía o el elevador de Santa Justa; pasando por la emoción del partido, la felicidad infinita de vernos campeones de Champions por primera vez en nuestra historia, y hasta acabar cayendo al abismo más insondable.
Les va a doler, como a mí me dolió, y no será una de mis crónicas al uso, contando al detalle cada lance del encuentro (algo que suelo repasar antes de ponerme a escribir), porque éste no fue un partido al uso, ni por su entidad ni por su desenlace. Será una crónica desde las entrañas, desde los sentimientos a flor de piel que experimenté en la fila L (12) del sector 21 del estadio Da Luz, a apenas unos metros de Gabi cuando la ponía de corner... de Juanfran cuando sacaba de banda... o de Adrián cuando calentaba, aparte con Óscar Pitillas, pero al ritmo de los titulares, antes de que diese comienzo el choque...

COMPAÑEROS DE AVENTURA
Mis compañeros de aventura fueron Santi Riesco, con el que hubo brindis de la victoria (como en las Finales de Bucarest y del Bernabéu), pero no hubo título... (Quizá por no colgarlo en la previa en Facebook... a uno se le pasan por la cabeza tantas cosas que quizá debió hacer y no hizo...); y Rubén, un chico al que conocí compartiendo avión en la Final de Hamburgo (viajé solo) y desde entonces se ha convertido en mi amigo, hasta el punto de haberle “elegido” como compañero de viaje para esta Final. “¿Quién nos iba a decir cuando nos conocimos en ese avión, que cuatro años después íbamos a ir juntos a ver al Atleti en una Final de Champions?”, me preguntaba en el viaje de ida.
ENCUENTROS POSITIVOS
Entre las cosas que debía hacer estaba Sergio Medina, con el que quedé en Hamburgo y al que vi por casualidad antes de la Final del Bernabéu. En ambos ganamos, y había que repetir. La falta de cobertura en Lisboa hizo imposible nuestro encuentro en la fan zone, pero una vez dentro del estadio, nos encontramos dentro... compartíamos el mismo sector. “¡Ya ganamos fijo!”, le gritaba mientras nos abrazábamos...
También me encontré a Javi Checa, sentado sólo unas filas más atrás. Ex compañero en la SER y uno de los ideólogos de mi regalo de despedida cuando salí de allí: una camiseta del Atleti que desde entonces (2009) ha vivido conmigo infinidad de títulos.
Todo parecían buenos presagios. Hasta el estadio era rojiblanco... y el partido comenzó.

NO HUBO INICIO ARROLLADOR
La primera mala noticia llegó pronto. A los nueve minutos Diego Costa debe retirarse del campo y el calentamiento de Adrián, antesala de la noticia, confirma lo que todos ya parecían saber de antemano. Esta vez no hizo falta ni un sprint para romperse. No entenderé esta decisión que nos privó de un cambio en un partido de 120 minutos...
La buena noticia era que, lejos de la opinión de Santi y Rubén, que presagiaban un inicio arrollador del Madrid, el partido transcurría sin sobresaltos en las áreas. Yo ya les había avisado de que no esperaba un Madrid muy arriba, ya que en una Final de esta enjundia se calculan los riesgos, y más en los primeros compases.
La primera ocasión no llegó hasta la media hora, propiciada por un grave error en la entrega de Tiago (lo siento por el portugués, que me parece un grande, pero fue de los que más flojeó en esta gran cita) y Bale se coló hasta la cocina, pero disparó fuera. “¡Ganamos, ganamos!”, gritó Santi, envalentonado por el fallo del galés.

¡EL GOL DE GODÍN!
Y debió escucharle Diego Godín, porque sólo tres minutos después, el Atlético de Madrid se adelantó en el marcador. En un corner botado por Gabi, la defensa blanca despejó el balón, Juanfran lo volvió a poner en el área, y Godín se adelantó a todos, aprovechando una salida en falso de Casillas, para poner el 0-1. La jugada fue confusa, y más desde nuestra portería (el fútbol en primera línea, si estás cerca de los fondos, no se puede ver), pero cuando vi al árbitro señalar el medio campo exploté de alegría. Santi, Rubén y yo nos abrazamos con gran fuerza. Choqué las manos con dos niñas sentadas detrás de nosotros, de unos 16 y 12 años, y mientras Santi recordaba que quedaba mucho, pude ver los ojos empañados de Rubén. Lo que estábamos haciendo era muy muy grande...
"Si Pantic se mereció un busto, Godín merece una estatua entera", exclamaba. “Ponedle su nombre al estadio”, iba Santi más allá. Y llegó el descanso.

BUEN INICIO DEL SEGUNDO TIEMPO
En el comienzo de la segunda parte el Atleti tenía la situación controlada. Comandados por un Gabi mayestático, al que me hinché a gritar, convencido de que podía escucharme, lo grande que era y cómo parecía que llevara toda la vida jugando finales de Champions.
Organizó al equipo con templanza, sabiendo poner calma a los momentos complicados. Hizo coberturas por derecha e izquierda. Apareció en ayudas lo mismo robando la bola a Di María que a Bale. E incluso se permitió el lujo de alguna internada por banda que terminó en peligrosos centros.
Hasta cinco corners casi consecutivos sacó el Atleti entre el minuto 60 y el 65, acabando el más peligroso de todos ellos en una volea de Adrián (tras ganar el enésimo balón aéreo Godín) que Khedira desvió de nuevo a corner por poco.
Grabé varios de esos corners, confiado en que el segundo podía llegar en cualquiera de ellos. Pero no fue así. Y comenzó el asedio blanco.

EL MADRID SE HACE CON EL MANDO
Entonces aún no lo sabíamos, pero los mejores minutos del Atleti habían pasado. Adrián no volvió a desbordar por la izquierda; Koke no pudo poner más balones al área; y Raúl García no pudo probar más el disparo. De hecho, el navarro fue sustituido por Sosa en lo que considero otro error. El argentino nunca entró en el ritmo del partido y se vio desbordado por su banda.
El Madrid empezó a volcar el campo y el Atleti, cómodo en el papel de guardar una ventaja, fue aculándose cada vez más conforme la ansiada meta estaba más y más cerca.
Y LLEGA EL "SÍ SE PUEDE"...
Y desde el fondo sur del estadio llegó un cántico que a los atléticos nos hizo sonreír de incredulidad: “Si se puede, sí se puede”. ¿Sí se puede? La afición del equipo más poderoso del mundo, el más multimillonario, el de las nueve Copas de Europa, ¿de verdad estaba cantando el sí se puede ante un equipo al que casi quintuplica en presupuesto y que luchaba por conseguir la mayor gesta de su historia?
¿De verdad hacía suyo un lema que ahora en política ondea un partido creado hace meses, Podemos...?
Un centro de Ramos, el hombre que levantó al Madrid, fue peinado por Cristiano y no llegó Benzema (ambos desaparecidos); una cabalgada de Bale terminó con otra mala definición del galés; y tras un gran control de Isco, Godín, enorme, se cruzó providencial.
Desde el minuto 75, un chico vio de pie el último cuarto de hora con lágrimas en los ojos. “Está ganado, está ganado”, exclamaron varios. Y Luis Aragonés volvió a estar presente en múltiples cánticos. Pensando en él, cuando llegó el minuto 89 lo vi claro. Éramos campeones de Europa. La historia no podía volver a castigarnos de forma tan cruel como entonces. El Madrid lo había intentado, pero lo que no había logrado en 90 minutos, no iba a hacerlo en el descuento.
Entonces, sin quererlo, las lágrimas que contuve tras ganar la Liga, aparecieron en mis ojos. “¡Cinco minutos de descuento!”, maldijo la gente. Y una pareja delante de mí se sorprendió al verme llorando. Entonces, me di cuenta de que aún no era tiempo de emocionarse, enjugué mis lágrimas, y me dispuse a presenciar los 300 segundos que nos separaban de levantar nuestra primera Copa de Europa. Y los grabé.

LOS MINUTOS DE PROLONGACIÓN, INMORTALIZADOS
Encendí mi grabadora para inmortalizar esos últimos segundos y lo que esperaba que fueran los gritos de mayor euforia y alegría sobrevenida de todas nuestras vidas.
Cantamos “Jugadores jugadores, hemos venido a ganar, que se enteren los vikingos, quien manda en la capital” y el “Jugando, ganando, peleas como el mejor”... Y vi a Casillas sacar de banda desde el medio campo. Y grité un par de veces “¡fuera!”, “¡fuera!”. Y sé que no fue un sueño, porque para inmortalizarlo dije: “Minuto 92 de la Final de la Champions, Real Madrid 0, Atlético de Madrid 1...”.
Y entonces conté que había un corner para el Real Madrid. Y los miles de atléticos que atestaban el fondo norte del estadio Da Luz contuvieron la respiración. “Joder, otro corner, me cago en tu puta vieja”, maldije al borde de un ataque. Y después de ese corner, Sergio Ramos se adelantó a todos y puso un cabezazo inalcanzable para Courtois (1-1). Y el grito ahogado de un muerto resucitando se propagó del fondo sur hasta llegar al fondo norte, como un tsunami que todo lo inunda, arrasando y dejando sin vida allá por donde pasaba... y mi grabadora se apagó...

¿Y EL ESPÍRITU DE LUIS ARAGONÉS?
Intenté convencer a propios y extraños de que sería en la prórroga; de que se daría el 1-2, como yo había pronosticado; de que el Atleti podía... pero no engañé a nadie.
En los propios cánticos se demostraba que la tendencia se había volteado, y aunque Gabi intentó espolearnos desde el césped, las fuerzas de los rojiblancos, en lo moral y en lo físico, murieron en ese minuto 93.
Tras meses invocando el espítitu de Luis Aragonés, presente incluso en el cuello de la camiseta, recordando ese pesar con el que se fue a la tumba (“Debí ir yo a aguantar ese último corner en vez de Gárate. Él era demasiado buena gente”, se reprochaba después), al Atleti le volvió a pasar. La historia no le devolvió esa Copa de Europa que Schwarzenbeck le quitó de las manos en el minuto 120; sino que le volvió a quitar otra... en el 93... contra el Real Madrid...

EN LA PRÓRROGA YA ESTABA MUERTO
Aún nos hizo soñar un nuevo cabezazo de Godín que atajó Casillas; pero Juanfran quedaba cojo en un choque y ya no había quién pudiera sustituirle (Alderweireld entró por Filipe lesionado antes de la prórroga). Y fue decisivo.
En el minuto 110, Ángel Di María (MVP del partido y pletórico de fuerzas), dejó atrás a un Tiago extenuado, recortó a Juanfran y el alicantino se estiró... pero ya no podía... Piso área y se topó con Courtois... pero Bale cabeceó el rechace a la red (2-1).
El Atleti había estado corriendo incluso después de muerto, pero ese tanto certificó su defunción. El final fue esperpéntico. Como en un patio de colegio, después de un ataque siete futbolistas del Atleti se quedaron en el área blanca, sin bajar (incluidos Miranda y Godín) mientras el Madrid contragolpeaba. Así pasó dos veces, y a la segunda, Marcelo se animó a colarse por el centro y sin centrales, y ante un pasillo de rojiblancos que ya no podían con sus botas, puso el 3-1.
Y el chupón de la clase se pidió tirar un penalti. Y tras no haber hecho nada en 120 minutos, y marcar un gol intrascendente, de penalti (4-1), ante un rival hundido por el desenlace más cruel, se quitó la camiseta y enseñó a toda Europa su cerebro, gritando a pulmón abierto su 17º tanto, cuando estuvo “muy cansado” para celebrar el decisivo 2-1 de Bale.
Y Rubén quiso irse, negándose a ver como el Madrid levantaba otra Champions. Y las dos niñas de detrás de nosotros hacía tiempo que se marcharon, ambas llorando. La mayor, con el empate, la segunda, con el 2-1, ante la impotencia de unos padres que intentaban enseñarlas que no hay que llorar por el fútbol.
Y cantamos un “Campeones, campeones” que me supo muy amargo. Porque ha sido un gran año, sí, pero pudo ser el mejor del mundo. 

UNA PELÍCULA YA MUY VISTA
Y estoy cansado de los que ganan siempre; y del papel del perdedor carismático, del atractivo desdichado, del ganador moral; de los anuncios del “papá ¿por qué somos del Atleti?” y de la leyenda del pupas. Porque como dijo Juamna Trueba, en la película del Real Madrid, Humphrey Bogart se casa con Ingrid Bergman y tienen cinco hijos. Pero este año, era la película del Atlético de Madrid. “La hora de los valientes”; “Y como no sabían que era imposible, lo hicieron...”; “Hombres de honor”...
Pero no. Por un lado, el final fue la clásica americanada con once héroes conquistando el mundo y Florentino Pérez y José María Aznar abrazándose en la grada, que ya hemos visto diez veces; y por el otro, el clásico dramón en el que el protagonista muere entre la lagrimada general, bajo la promesa de una revancha futura que se apunta en el debe del destino. Pero, aunque yo no la vi, ésa la echaron hace 40 años y a mí ya me la habían contado. Que me devuelvan el dinero, porque no sé si tendré fuerzas, ni ánimo, ni tiempo... para ver la trilogía...
Sólo me anima que el libro en el que Miguel Hernández incluyó el poema inicial fue “El rayo que no cesa”. Esperemos que el resplandor de este equipo sólo sea “el comienzo de una bonita amistad” que nos lleve cuanto antes a cobrarnos lo que nos deben.

lunes, 19 de mayo de 2014

Sólo hay un campeón y va de rojo y blanco

Cuando Diego Costa se lesionó en el minuto 13 y se pasó llorando en el banquillo casi los mismos escasos
minutos que había podido jugar (vaya final de lesiones el del hispano-brasileño); cuando Arda se marchó golpeando el césped enrabietado, después de que fuera Cesc el que le golpeara con rabia (que vaya al Mundial el catalán y no Gabi o Raúl García... en fin); y, sobre todo, cuando Alexis Sánchez, ese genio incomprendido, sacó un trallazo increíble, sin ángulo, escorado, que se coló por el único ángulo inalcanzable para el Zamora de la Liga (por segundo año consecutivo), la escuadra (1-0), el miedo se apoderó de mí.
Vi el partido en la Cervecería Ochava (bar que ya jamás olvidaré), en Atocha, porque me atrajo una gran bandera rojiblanca ondeando en su terraza, mientras buscaba una zona cerca de Neptuno por si había suerte.
Pero en esos instantes, mirara donde mirara, sólo veía gestos contraídos, manos a la cabeza, y angustia en los rostros de las camisetas rojiblancas que me rodeaban.
La tele me traía idénticas imágenes entre los 450 valientes (enorme la gentileza del Barça, cuyo aforo ronda las 100.000 butacas) que habían vuelto a asumir los 98 abusivos euros de entrada impuestos por el club culé para asistir al Camp Nou; y principalmente la del Cholo, que apretando los dientes negaba con su cabeza, incrédulo ante tanto infortunio.

RECORDÉ TODOS LOS ERRORES...
Entonces, por mi cabeza rondaba la mano milagrosa de Caballero a disparo de Adrián; el tiro al larguero de Villa; el autogol de Filipe en Levante; el gol casi a puerta vacía fallado por el Guaje; el penalti absurdo de Juanfran al Sevilla; aquel balón que envenenó el viento de Almería y se comió Aranzubía... esos escasos errores, casi contados con los dedos de una mano, que habían condenado al Atleti a jugarse la Liga en la última jornada en el Camp Nou y que tras ese golazo de Alexis y sin nuestros dos mejores jugadores sobre el campo, parecían sentenciarnos. La Liga no se perdió en el Camp Nou. Se perdió en Levante... o con el Málaga, diría el tópico. Pero el Cholo Simeone y sus gladiadores no habían llegado hasta aquí para perder esta Liga. 

"EL FÚTBOL ES INJUSTO..."
“El fútbol es injusto”, era el maldito título que fabricaba mi mente cuando la tele mostraba la clasificación momentánea y en ella, por primera vez en dos meses, el líder no era el Atlético de Madrid.
Era la primera vez en la sucesión de seis partidos que este año han dirimido Barça y Atleti (con cero victorias catalanas) que los culés estaban por delante. El escenario que los blaugranas llevaban anhelando todo el año. Y al gol se le sucedieron cinco minutos de rondo culé que me hicieron ver la Liga realmente lejos.
Pero el Atleti sólo estaba asimilando el golpe. Y una vez digerido, como posteriormente dijo Godín, “apretamos el culo e hicimos lo de siempre”.
Y lo de siempre fue sacar la garra, el orgullo, el coraje, correr, pelear y luchar como si esta Liga fuera nuestra... porque lo era... porque lo es.
Y Raúl García la pegó de lejos; y Juanfran encaró; y Koke sacó tres corners consecutivos ante una zaga blaugrana que comenzaba a dar signos de debilidad. Y sólo rogaba porque en uno de esos corners, handicap del Barça y fortaleza del Atleti durante todo el año, la pelota acabara en la red.
Pero no lo hizo en ese primer tiempo, y llegó el descanso que más largo se me ha hecho en toda mi vida...

EL DESCANSO MÁS LARGO DE MI VIDA
Salí a la calle, a tragar aire, porque por momentos esa Cervecería Ochava ataviada de bufandas colchoneras (la mayoría de sus camareros son rojiblancos), se había quedado sin oxígeno, atrapada en una atmósfera de ilusiones ahogadas.
En la calle, un taxista me dice que pinta mal; y una mujer sudamericana me desea que ojalá remonten. Pero yo no quiero hablar ni ser visto por nadie. Simplemente necesito estar solo. No rezo, porque hace años que Dios me concedió una petición más importante que el fútbol, y a cambio le prometí que nunca más le pediría por “la cosa más importante de todas las cosas menos importantes" (Arrigo Sacchi). Sólo confío. Confío en el discurso del Cholo Simeone en el vestuario. 

¿QUÉ LES DIRÍA EL CHOLO?
Confío en que les haga ver que tras 37 jornadas luchando hasta la extenuación, tras el paradón de Courtois en el 89 en Anoeta (jornada 3); la trabajada victoria en el Bernabéu (7); la goleada al Valencia tras un 0-0 al descanso (16); los sufridos triunfos ante Levante (17) y Málaga (18); la final sin ganador con el Barça (19); la goleada a la Real para homenajear a Luis Aragonés con el liderato (22); la batalla ante el Madrid que nos permitió seguir en la lucha (26); el gol de Gabi en el Villamarín para ganar “el Clásico de tres” (29); las cabezas salvadoras de Diego Costa ante el Granada (30); de Koke en San Mamés (31); de Miranda contra el Elche (34); y de Raúl García frente a Villarreal (32) y Valencia (35)... tras todo ello, no se podía morir en la orilla.
Y algo así debió decirles el Cholo, ya que Filipe confesó después que antes del partido les puso un vídeo “con imágenes incluso de la pretemporada”.
Algo así, y algo parecido a esto: “Hay que salir y decir en el campo que sólo hay un campeón y va de rojo y blanco". La última frase es de Luis Aragonés, quien según el propio Simeone “defendió con los muchachos cerquita del área en la segunda parte”.

LA CABEZA DE TODOS LOS ATLÉTICOS
De todo esto salió del vestuario un Atlético que a los 50 segundos remató al palo por medio de Villa; que a los tres minutos se quedó solo delante de Pinto tras genial pared de Adrián y Koke, pero se cruzó Adriano; y que a los cuatro minutos... a los cuatro minutos dio un vuelco de alegría al corazón de todos los atléticos e inmortalizó un momento que quedará grabado para siempre en la historia del Club Atlético de Madrid.
La cabeza de Diego Godín fue la de todos los atléticos. Fue la de Simeone, 18 años antes, rematando también de cabeza el 1-0 ante el Albacete que nos dio la última Liga hasta hoy; la de Gárate, que tuvo que hacer cola como uno más para lograr entradas para Lisboa, cuando su cabeza marcó tantos y tantos goles para las Ligas que el Atleti ganó en 1970, 1973 y 1977; la de Fernando Torres, que se marchó sin levantar ningún título de rojiblanco; la de Antonio López, que vivió algunos de los peores años en la historia de este club y jamás pudo ni soñar con una Liga; y, sobre todo, la de todos los aficionados colchoneros, que durante un largo año han aguantado el “ya caerá el Atleti, ya caerá”, con un estoicismo y una fe que son dignas del mayor de los monumentos...
Fue especialmente bello que el jugador encargado de marcar ese histórico tanto se besara el escudo para reivindicar lo que significa este sentimiento. Y no era la primera vez que lo hacía.
Jamás vi un testarazo tan puro, tan contundente, salto tan elegante y remate tan impecable. Como se suele decir en baloncesto, entró limpia (1-1). Pero era normal. Lo rematamos todos.

Al Atleti aún le duró el subidón algunos minutos, en los que Mascherano evitó que Koke se quedara solo ante Pinto, y en los que Gabi corrió más él solo que todo el Barcelona junto, apoyado por Tiago, Raúl García, Filipe o Juanfran... todos ellos, llegaban a cada balón disputado una décima antes que los del Barça. Pero después el balón volvió a ser blaugrana.

UNA FASE DE PERROS
Entramos entonces en "una fase de perros". El acervo popular entiende una “vida de perros”, como una mala vida. Personalmente, mi perro vive genial, pero su reloj biológico va más rápido, por lo que un año nuestro es como siete suyos. Es decir, que una hora nuestra son como siete de perro, y media hora serán como tres horas y media...
Llegado a este punto, viví la última media hora de partido como un perro, porque esos 30 minutos se me hicieron como tres horas y media.
No les miento. Fui capaz de mirar el reloj siete veces y el minuto seguía siendo el 17 de la segunda parte... un infierno.
Dos minutos más tarde, o cuarto de hora, según se mire, un balón colgado al área por Dani Alves (el único del Barça que estuvo a la altura) rebotó en alguien y fue machacado por Messi a la red. El grito de dolor fue unánime, pero no en mi caso. Siempre en cada tanto, a favor o en contra, centro mi mirada presto en la figura del linier o el árbitro. En este caso, la mano arriba, salvadora, de Mateu Lahoz, decretaba el fuera de juego que más he celebrado en mi vida.

CADA JUGADOR DEL ATLETI, UN HÉROE
De ahí al final, el cronometro siguió sin correr. Las agujas se enganchaban en el segundero, la boquilla del reloj de arena se hacía cada vez más estrecha, pero cada jugador del Atlético se engradecía como un héroe al que sin dudar hubiéramos entregado el cuidado de nuestra vida.
Era especialmente emocionante ver a Koke, a Tiago o a Gabi saliendo del área, rodeados de camisetas blaugranas, y siendo capaces de aguantar el balón hasta alejarlo de la zona de peligro.
El partido llegó al tiempo añadido dentro de una angustia, constante pero sostenida, en el que el único susto real fue un derechazo lejano de Alves que repelió Courtois.
Y hubo corner en contra en el último segundo, como no podía ser de otro modo en el guión atlético, con las trenzas de Pinto merodeando el área en busca de un milagro que ningún Dios podría haber aprobado.
Y EL ATLETI ES CAMPEÓN
Y Mateu Lahoz emitió tres silbidos que significaban una Liga. Y el Atleti se hizo mayor de edad. Y el teléfono sonó, como hacía 18 años, cuando un niño de 15 años descolgó el auricular para recibir la felicitación de su abuelito, el primero en hacerlo en esa Liga de 1996. Ahora, sin él para hacerlo, era su hijo, mi tío, el que recogía el legado de esa felicitación primigenia: “Enhorabuena, ha habido que sufrir ¿eh?”. “Hemos sufrido hasta el último minuto. Pero así es el Atleti”, respondía, y cuando pronunciaba estas palabras, un nudo se hacía en mi garganta, que me impedía seguir hablando, a punto de llorar, como el niño de entonces. A duras penas, pude controlar las lágrimas. Y me cité con Neptuno. Y hablamos de volver a vernos. Y quizá entonces, no haya manera de contenerse.

lunes, 12 de mayo de 2014

Vértigo

Tengo un buen amigo y compañero que padece vértigo, pero que lejos de intentar apartarse de este miedo, desde hace un tiempo ha decidido aficionarse a la montaña, con lo que se enfrenta de forma frontal a esta fobia.
Durante toda la temporada el Atlético de Madrid parecía alejado de este mal. Sólo la derrota en Almería justo cuando había cogido el liderato en solitario, o el empate en casa ante el Sevilla después de que pinchara el Barça, perdiendo otra buena ocasión de ponerse primero, habían dado atisbos de este miedo a las alturas.
Pero ambos casos se produjeron a principios de la segunda vuelta, y en el tramo decisivo de la temporada, desde que recuperase el liderato en la jornada 29 al ganar al Betis (aprovechando la derrota del Madrid en el Clásico), no le tembló el pulso para ganar siete partidos consecutivos y mantenerse firme en lo más alto (enlazó nueve victorias en total).

DOS PATINAZOS CONSECUTIVOS
Sin embargo, cuando un triunfo en Levante le habría colocado en un escenario idoneo para cantar el alirón en su casa, con su gente, con un ambiente de fiesta extraordinario, cayó en el Ciutat de Valencia (2-0), y ayer volvió a tropezar, esta vez en el Calderón, cuando los tres puntos le habrían proclamado campeón ante el enésimo pinchazo del Barça.
Lo de Levante fue mala suerte (un autogol tempranero y muchas ocasiones falladas); lo de ayer fue otra historia... Vértigo diría yo.

ME LLEVÉ A TODA LA FAMILIA
Me había llevado a toda la familia con la ilusión de poder ser campeones. Desde hacía dos semanas tenía ya entradas compradas para que en este encuentro me acompañasen mi padre, mi novia, mi primo Diego, la novia de mi primo, el padre de la novia... Estos últimos, venidos desde León, alucinaron con la preciosa atmósfera creada en el estadio con las miles de banderas rojas y blancas que engalanaban la grada, o con los cánticos de los aficionados durante la propia comida en los bares que rodean el Calderón.
UNO DE MIS PEORES DÍAS
Pero la tarde no salió como esperaba y he de reconocer que pasé uno de los peores días que recuerdo en este estadio en mis 14 años de abonado.
No empezó mal el Atleti, con un remate de Tiago en un corner en el que reclamó mano de Eliseu (existió); o un disparo de Villa al larguero en posición inmejorable, después de que Willy Caballero se quedase a media salida tras una prolongación de balón de la cabeza de Raúl García.
El estadio estaba lleno y como ocurre en estos casos había gente sentada en las escaleras, que los empleados de seguridad pidieron que despejasen. Mi fila estaba a reventar y me había sentado justo en la de debajo, pero me percaté de que había libre un asiento, ocupado por una mochila, y pedí si podían desplazarse una butaca más allá para sentarme en mi localidad de siempre y dejar un hueco a la gente de la escalera.
Subí a mi asiento pisando la silla en la que estaba sentado, y quiso la mala fortuna que en ese mismo momento apareciera su ocupante, un chico de una edad similar a la mía, con la mala costumbre de llegar siempre tarde (esta vez más de 20 minutos), que con actitud chulesca me dijo que por qué tenía que pisar su asiento, como si mis suelas fueran a manchar su impoluto trasero.
Le contesté que tampoco pasaba nada, pero ante su insistencia terminé dándole un papel de periódico, de mala manera, para que se sentase encima y asunto resuelto.
Esto dio lugar a una serie de amenazas por su parte, que acabaron por sacar de quicio a mi padre, y provocamos un lamentable espectáculo que dio incluso lugar a que intervinieran los empleados de seguridad. Por suerte, la sangre no llegó al río, pero fui protagonista involuntario de un altercado que provocó que parte del segundo anfiteatro fondo sur nos dedicara un “que se besen, que se besen”. Si alguien se sienta por la zona, sí, era yo. Por desgracia... Para una vez que me cantan en el Calderón, es muy triste que fuera por este motivo.
Amargado, asistí al final del primer periodo, donde el equipo sólo supo llegar en un par de oportunidades, en las que Koke con el pie y Raúl García con la cabeza remataron fatal en buena posición.

VILLA NO ESTÁ FINO
Con los ánimos más calmados volvimos al segundo acto. Pero el Atleti seguía sin ser ese equipo machacón y convencido que busca con ahínco la victoria hasta obtenerla. Sin duda en esa carencia influyó la ausencia de Diego Costa, de nuevo lesionado.
Villa no está fino de cara al gol (mucho me temo que, o resulta decisivo en las dos finales, o se queda sin Mundial) y se escoró demasiado, tras un gran pase de Raúl García, terminando por lanzar al palo corto y encontrar a Caballero.

...Y LA TRAGEDIA
Y entonces ocurrió la tragedia. Avisó primero Duda con un tiro lejano; y Santa Cruz después en un mano a mano, pero en ambas ocasiones Courtois respondió con acierto. No lo hizo cuando en el minuto 65 ¡tras un saque de Caballero! Alderweireld se comió el balón, Courtois salió del área no sé muy bien a qué (Samu estaba emparejado con Miranda) y el delantero malacitano se adelantó a ambos y terminó introduciendo el balón en la red, mansamente, con la cabeza. 0-1 y cundió el pánico en la grada. Un gol del Barça nos obligaba incluso a ganar en el Camp Nou como única opción de ser campeones.
Sin embargo, esto no ocurrió y el Atleti reaccionó bien para lograr empatar. 

EL ATLETI REACCIONÓ
Primero fue Diego el que conectó una volea que propició el primer paradón de Caballero; y después una falta ensayada con Gabi como asistente y Villa como rematador, volvió a terminar con un tiro del asturiano al palo corto y otra mano salvadora del meta argentino.
Entonces llegó un corner y comenté: “Como el Atleti marque el empate, el segundo lo mete la afición”. Y la cabeza de Alderweireld arregló su fallo anterior y puso el balón lejos del alcance de Caballero (1-1).
Quedaban 15 minutos y estaba convencido de que la tarde acabaría en fiesta.
Pudo lograrlo Sosa, en una falta que parte de la grada cantó como gol, pero que sólo tocó la red por fuera (¿Por qué no la tiraron Gabi o Diego? ¿Tantos galones tiene Sosa...?); y Adrián, que tras un buen recorte sacó un disparo a la escuadra... que encontró otro paradón de Caballero. Pero al final el Atleti fue incapaz de aprovechar el empate del Barça en Elche y la sensación general a la salida del estadio era de una enorme ocasión perdida... que quien sabe si tendremos que lamentar toda una vida...
Paseo de los Melancólicos arriba, un par de atléticos intentaron animarme, viendo mi cara de funeral, con comentarios del tipo: tranquilo, que ganamos la Liga en Barcelona seguro. Si la hubiéramos ganado hoy tranquilamente, no seríamos el Atleti.

UN FINAL DIGNO DE HITCHCOCK
“Vértigo” es también una de las grandes películas de Alfred Hitchcock, quien perfectamente podría haber diseñado el guión de esta Liga: sólo dos veces en la historia se decidió en la última jornada en un duelo directo entre los dos aspirantes: en 1946, en un partido Barça-Sevilla en el que el empate valía a los andaluces y lo lograron (1-1, en la única Liga ganada por los hispalenses); y en 1951, en un Sevilla-Atleti donde, otra vez, el empate bastaba a los de fuera... y lo lograron (1-1).
Sólo espero que el Atleti se lleve esta Liga por la que lleva luchando todo un largo año en lo más alto, habiendo sido 10 jornadas líder y otras 17 colíder. Sería tremendamente injusto que el Atlético de Madrid no se llevase esta Liga. Pero como me replicó alguien hace poco ¿quién dijo que el fútbol sea justo...? Esperemos que esta vez lo sea...

lunes, 5 de mayo de 2014

El Atleti desata la locura

“Y supe
que había otras mil maneras
de perder la vida
intentando olvidarte”.
Con esta estrofa termina el poema con el que me reecontré con mi amigo David Minayo, que acaba de publicar su nuevo libro: “El amor en tiempos de los desguaces de coches”.
Aunque en algún tiempo no muy lejano me planteé dejar de pensar en el Atlético de Madrid (finalmente me fue imposible), lo que está claro es que este equipo tiene mil maneras de hacerte perder la vida, para bien y para mal... y de volverte loco.

LOCURA PARA LA FINAL DE CHAMPIONS
En este sentido, esta semana está siendo (y será) especialmente paradigmática.
El jueves deberé pegarme el madrugón padre (hora prevista en estos momentos para estar en las taquillas, las seis de la mañana), ya que el sábado leía con desolación en la web del club que el corte para adquirirlas el segundo día (el miércoles) me lo daban en toda la cara: hasta el número 13.000, cuando mi padre y yo somos los abonados 13.224 y 13.225...
En las finales precedentes (Hamburgo y Barcelona, 2010; Bucarest, 2012; y Bernabéu, 2013), ese corte del segundo día lo habían pegado en el 15.000. Y desde 2012, estaba dentro.
Sin embargo, este año cambió y me tocará pegarme con 5.750 abonados con números más altos que el mío por las entradas que hayan dejado los 13.000 primeros (que intuyo que agotarán las de 70 y 160 euros... Dejando sólo las más caras: 280 y 390 euros. Por un partido... indecente).

¿CUÁNTOS ABONOS TOTALES HAY?
Hay 13.050 entradas para los abonados... Pero no son los 13.000 primeros los que podrán adquirirlas antes que yo, sino sólo los que tengan Abono Total (el suplemento para ver la Champions y la Copa). Sería un detalle por parte del club haber informado de cuántos de los 19.000 primeros socios son abonados totales, para hacernos una idea de cuántas pueden ir quedando tras los respectivos días de compra, y si saldrán a la venta más allá del tercer día. Pero ese dato no será facilitado por el club. Igual que tampoco ha dicho cuántas de las 13.050 entradas son de cada precio (aunque me han informado de que hay unas 5.000 entradas de las de 70 euros).
Lo peor del asunto, que ya hay gente haciendo colas en el estadio (antes del primer día de venta) y al parecer con una lista (incluso ya para el miércoles) que se pasa cada tres horas... Lo-cu-ra.
Les iré informando en futuras entregas de mi odisea para lograr la entrada, algo que espero conseguir.

EL ATLETI ROMPIÓ SU RACHA
Pero el Atleti también decidió volvernos locos en el plano estrictamente deportivo, al caer contra todo pronóstico contra el Levante y poner la Liga patas arriba.
A las 18:00 horas del sábado me encontraba celebrando como un loco el gol de Lafita en el Camp Nou (2-2) por doble motivo: acercaba al Getafe (de donde soy) a la salvación; y alejaba al Barça de la Liga.
“Hemos perdido la Liga, hay que pensar en el año que viene. Nos hacen goles impropios de alguien que quiere luchar por la Liga”, manifestaba recién acabado el choque un Sergio Busquets encendido.
Y llegaba el Atleti al Ciutat de Valencia (donde no vence desde 2007) con la posibilidad, ya perdida, de ganar por primera vez en su historia diez jornadas consecutivas en Liga (este equipo ya pasará a la historia como el que más jornadas seguidas ha ganado en una misma temporada, nueve, e igualando al Atlético Aviación que sumó los mismos triunfos entre las campañas 1940-41 y 1941-42).

DEMASIADO BONITO...
Quien más, quien menos, ya se temía que eso de poder ganar una Liga en casa, plácidamente, con una fiesta por todo lo alto, y a falta de una jornada, no era cosa del Atleti. Que somos más de cantar el alirón en la última fecha, en el Camp Nou, y rodeado de un sinfín de especulaciones si llegan con opciones de título los tres equipos.
Así que el Atleti muy pronto, a los seis minutos, hizo algo muy del tópico de “pupas” que lucha por desterrar: meterse un autogol. Corner que no remata nadie en el primer palo, rebota en el pecho de Filipe Luis, y mansamente para dentro... (1-0).
Quedaban 85 minutos, y muy pronto, Diego Costa se quedaba sólo en dos ocasiones ante Keylor Navas (anuladas ambas por inexistente fuera de juego) y Raúl García y Villa protagonizaban una clamorosa doble ocasión, repelida por el meta costarricense la primera (porterazo) y mandada a las nubes la segunda, con todo a favor.
Parecía que el Levante no estaba tan cerrado como en partidos precedentes (también le sacó allí un empate al Barça), pero el Atleti no fue capaz de crear una sola ocasión más antes del descanso.

TOQUE A REBATO: ADRIÁN Y ARDA
Tocó el Cholo a rebato en el intermedio y dio entrada a Adrián y a Arda (¿Aún no está bien físicamente?). Y la apuesta pareció funcionar.
En sólo diez minutos, Adrián estrelló contra un defensa una buena oportunidad; Diego Costa sentó a un zaguero, la puso atrás para Koke y éste a su vez para Arda, pero el turco (que pudo recortar) también se topó con Juanfran en su tiro; y el propio Arda cabeceó fuera por poco una nueva oportunidad.
Parecía que a ese ritmo era imposible que no llegara el empate. Y a punto estuvo de caer en una falta de Koke que Diego Costa no conectó a la red por poco; y en un derechazo lejano de Alderweireld que envenenó un defensa granota rumbo a la escuadra, pero que permitió demostrar a Keylor Navas su extraordinaria valía.

NO ERA LA TARDE...
Y entonces pasó lo imposible. En una de las pocas aventuras del Levante más allá de la línea de medios, Casadesús asistió a David Barral tras una buena triangulación y el gaditano fusiló a Courtois (2-0), que esta vez se marchó sin una parada en su haber y con dos goles encajados (había recibido sólo un gol en las últimas nueve jornadas...).
Quedaban 20 minutos, pero en una temporada de tantos días épicos, parecía claro que ésta no sería la tarde. Y no lo fue. Adrián se encontró el poste en otra gran ocasión; y un trallazo de Tiago se fue abriendo hasta perderse, con Keylor esta vez petrificado.

LOCURA ECHANDO CUENTAS...
Y el Atleti perdió. Y mi novia me preguntó si querría ver al Madrid y le contesté: ¿Para qué? Si va a ganar...
Pero luego pensé que qué diantres, si igual era mejor que ganara el Madrid para que no le pasara el Barça.
Y cuando marcó el Valencia el 0-1 pensé que bueno, que así nos quitábamos de en medio al Madrid y al fin y al cabo valía un empate en Barcelona, y cuando empató Ramos (1-1) creí que quizá era lo mejor; y cuando Parejo puso el 1-2 volví a a creer que tampoco estaba tan mal. Hasta que faltando cinco minutos, entré en pánico, porque fui consciente de que con esa derrota el Barça (desahuciado 24 horas antes) tendría en su mano ganarnos la Liga en el Camp Nou en lo que se habría convertido en una auténtica final.

...Y MÁS CUENTAS
Así que cuando Cristiano empató (2-2) respiré aliviado. Y pensé que así seguían por delante y nuevamente nos valía un empate en el Camp Nou. Aunque imaginé que como pinchara en Valladolid, de nuevo el Barça se metía en la pomada; aunque el Barça no está fuerte y puede patinar en Elche, con lo que igual incluso podríamos ser campeones en el Calderón; pero igual con la motivación de verse de nuevo con opciones de ser campeón ganaban, y jugarse una final en el Camp Nou con un Barça a por todas podría ser mortal; pero aunque se llegue a la última jornada como ahora igual el Madrid especula con su resultado para dar “esperanzas” al Barça; o tal vez el Barça nos vaya ganando por la mínima y si ve que el Madrid gana se deje meter un gol al final; o teniendo en cuenta que Madrid y Barça puede que especulen con el resultado, el Atleti, que debe ir a por todas en cualquier caso, se lleva el partido con facilidad...
Y así estuvo mi cabeza echando humo durante horas y horas hasta que caí rendido en la cama, triste, porque el sueño de celebrar la Liga en nuestro estadio ya parece muy improbable; pero contento, porque como dijo Raúl García: “Lo que no entraba en las cuentas de nadie era llegar a la penúltima jornada dependiendo de nosotros mismos para ganar la Liga...”.
Así que, aunque la última jornada parezca digna del guión más enrevesado de una película de Almodovar, porque el Barça no querrá darle la Liga al Madrid, pero, ojo (para los que venden que el Barça debe ganar porque el Madrid podría pinchar), el Espanyol tampoco querrá dársela al Barça, yo sólo pido una cosa: Atleti, gana esta Liga como sea, pero, por favor, gánala.

jueves, 1 de mayo de 2014

Abrazo a abrazo

Han pasado ya muchas horas desde que eliminamos al Chelsea y son decenas las ideas que fluyen por mi cabeza sobre cómo titular esta histórica crónica y por dónde orientar el comienzo de mi relato.

LA BATALLA DE STAMFORD BRIDGE
Cruza por mi mente la conversación que tuve ayer con mi primo Diego (que me acompañará en el partido de Liga ante el Málaga en el Calderón, Dios quiera, cantando el alirón), en la que me preguntaba si sabía que Stamford Bridge fue una batalla librada en la localidad homónima de Yorkshire (no confundir con el perro), al norte de Inglaterra, entre un ejército invasor de noruegos y escoceses contra las tropas locales anglosajonas. En aquella contienda, el líder invasor, Harald Hardrade, espoleó a sus huestes diciendo:
En la batalla nunca debemos 
escondernos detrás de los escudos...
Mi armadura me dice: alza la cabeza,
donde la espada encuentra al cráneo. 

Y fue precisamente al salir las mesnadas rojiblancas de detrás de sus escudos, tras recibir la primera lanzada de Fernando Torres (no podía ser otro...), cuando encontraron el cráneo de su rival inglés y lo machacaron. Hasta por tres veces.

UNA FINAL MADRID-ATLETI
Tampoco paro de pensar (tras comprobar con desolación cómo la defensa del todopoderoso Bayern de Munich hizo aguas por dos veces en menos de 20 minutos. ¿Desde cuándo Guardiola “defiende” en zona...?) en que no era ésta la final que estaba convencido de que el destino nos tenía preparada, como venganza al Bayern en el 40 aniversario de aquella y como homenaje al recientemente fallecido Luis Aragonés.
Como dicen muchos, pesa el miedo a las consecuencias de una caída ante el eterno rival. Ahora, denle la vuelta... ¿Se les ocurre sueño mejor para un atlético que ganar su primera Liga de Campeones... ante el mismísimo Real Madrid? ¿Orgásmico, no? Múltiple, diría yo.

LOS ABRAZOS DEL CHOLO
Pero todavía queda casi un mes para ese 24 de mayo en el que el Atlético de Madrid disputará en Lisboa la Final de la Champions (como dice Iñako Diaz-Guerra, lean la frase y no se cansen), con lo que, agarrado a la filosofía que nos ha llevado hasta aquí, la del Cholo Simeone, voy a ir partido a partido. En este caso, abrazo a abrazo.
Han sido muchos los abrazos que esta temporada nos hemos podido dar los atléticos. Más de cien goles a celebrar (75 en Liga; 25 en Champions; y 12 en Copa), muchos de ellos vividos tan intensamente que hasta dejé sin respiración a mi padre, como contra el Madrid, le hice daño, como contra el Granada, o ya directamente puso “cuerpo a tierra”, como contra el Barça.
Y muchos los que se han repartido los propios jugadores (especialmente sintomático el que le dio ayer Diego Costa al Cholo tras marcar el 1-2). Pero hoy quiero destacar el “abrazo a abrazo” que anoche dio Diego Pablo Simeone, uno por uno, a todos sus jugadores cuando abandonaban el césped de Stamford Bridge tras celebrar con los 3.000 afortunados que viajaron a Londres el pase a la gran Final.
Si no han tenido la oportunidad de verlo, les recomiendo que pinchen este vídeo en el que Simeone abraza uno por uno a sus futbolistas: Courtois, Miranda, Filipe, Mario, Juanfran, Arda, Godín, Villa, Koke, Tiago, Diego Costa... No le falta ni uno. Y si alguno quiere “escaparse”, incluso lo agarra.
Esa sintonía, ese hermanamiento, esos lazos que ha logrado establecer el Cholo con sus jugadores, y la unión y el compañerismo que refleja la foto que colgó después Juanfran de la celebración en el vestuario, son la clave de este Atlético de Madrid al que le define una palabra sobre el resto: Equipo. Con mayúsculas. Como ya han destacado tantos y tantos hombres de fútbol (ayer Mourinho, sin ir más lejos).

NO ME GUSTÓ EL INICIO
Y eso que no me gustó el planteamiento inicial de los nuestros. Bien es cierto que a los cuatro minutos les dimos un buen susto con un centro-chut de Koke que repelió el larguero de Schwarzer (por cierto, se han percatado del parecido con el apellido de nuestro verdugo en la Final de hace 40 años: Schwarzenbeck), pero fue una jugada aislada entre lo que se convirtió en un gran dominio del Chelsea (llegó a ser de 68-32). “Pero no crean peligro”, me replicó mi padre. Pero excepto en un Real Madrid-Bayern, el equipo que tiene el balón es el que suele tener más posibilidades de hacer gol. Y el Atleti ya demostró en la ida potencial suficiente como para someter al Chelsea. Y no estaba siendo así.
El control blue derivó en una peligrosísima falta de Koke a Ramires en la frontal del área que me hizo temer por su tarjeta (finalmente llegamos sin sancionados a la Final); una espectacular chilena de David Luiz que lamió el palo (su jugador más peligroso); y el 1-0.
El brasileño William se la lió de forma inexplicable a Godín y a Filipe y se coló entre ambos junto al corner, Azpilicueta se la puso a Fernando Torres, y su derechazo tocó lo justo en Mario Suárez para evitar que llegase Courtois. El Niño, manos arriba, se disculpó. Y hubiera sido una gran condena que él nos hubiera privado de tamaña gesta. Por suerte, no fue así.

ADRIÁN DEVOLVIÓ LA CONFIANZA
Los rojiblancos dejaron atrás sus escudos, y dieron un firme e inmediato paso al frente, comandados por un inmenso Tiago Mendes que lució con honor ese brazalete de capitán que comenzó a ganarse con sus lágrimas de hace cuatro años en la final de Copa en el Camp Nou.
Fue Tiago el que puso un balón largo que aparentemente se perdía por línea de fondo. Pero allí apareció el rayo Juanfran, más rayo que nunca, para poner un balón al segundo palo y Adrián, la gran sorpresa de la alineación de la noche, la pegó con el alma (algunos dicen que con la espinilla) y la alojó en las mallas (1-1).
Cuando supe de la titularidad del asturiano le dije a mi padre: “Que con la temporada que lleva Simeone le haya puesto de titular en los cuartos con el Barça y hoy sería para que pagara esa confianza con un gol”. Y así lo hizo el chico. Mi salto para celebrarlo, puesto en pie en un bar rodeado de madridistas (es lo que toca...) estuvo a la altura de aquella celebración del gol de Forlán en Anfield que nos daba el pase a la Final de la UEFA, hace cuatro años, con la que incluso me hice daño en el hombro.


¿EL PENALTI MÁS LARGO DEL MUNDO?
El tanto llegó en el minuto 44, y en la segunda parte salió un Atlético con la lección aprendida, que hizo todo lo que debía hacer para sacar billete “road to Lisbon”.
El dominio ahora era rojiblanco, y un zurdazo a bocajarro de Arda, repelido por Schwarzer, fue el preludio de lo que estaba por llegar. Courtois puso su granito de arena con un tremendo paradón abajo a cabezazo de Terry. En la jugada siguiente, el partido se decidiría.
Samuel Etoo, viejo conocido que llevaba cinco minutos en el campo, llega tarde a un balón controlado por Diego Costa en el área y le derriba. Penalti.
La mecánica celebración de la pena máxima da paso al miedo... ¿Y si lo falla? Cinco goles de nueve penaltis era un bagaje como para dudar de Diego Costa. Villa (uno de dos) estaba en el banquillo; al igual que Raúl García (al que pidió que lo tirara Simeone contra el Elche). Y Gabi, otro candidato, en la grada.
Así que no podía ser otro. Diego Costa se pelea con un punto de penalti que estaba indiscutiblemente hundido (y eso te puede hacer fallarlo). Lo mueve a un lado, a otro, patea la hierba, hasta el punto de exasperar a un árbitro que le saca amarilla. Terry increpa al hispano-brasileño (¿de verdad alguien puede creer que se puede perder tiempo para tirar un penalti?) y se enzarzan a empujones. Nervios, tensión, refriega... En el penalti más decisivo del año... “Lo falla”... Estoy convencido de que lo pensamos ocho de cada diez atléticos... Pero lo metió. Zambombazo de Diego Costa arriba y a la derecha de Schwarzer (1-2). Quizá el mejor penalti del año. Lisboa estaba muy cerca.

ARDA APUNTILLA
Cinco minutos después, David Luiz pudo cambiar el devenir de la recta final con un testarazo que encontró el poste. Pero era la noche del Atleti. Es el año del Atleti. 2014, recuerden... el año del Cholo.
Así que Tiago volvió a abrirla, el rayo Juanfran volvió a aparecer luminoso, y Arda Turan cabeceó al larguero, para recoger su propio rechace y poner el 1-3 a placer. Tres goles en Liga; cuatro en Champions. Lo dicho, hay jugadores tocados con una varita para estas grandes citas.

NOS VEMOS EN LISBOA
De ahí al final no sé muy bien lo que pasó, porque yo ya estaba con la cabeza puesta en el viaje a Lisboa. Ni me enteré de que quitaron a Diego Costa... Sime-one se pegó una carrerita en su propia banda emulando al otrora conocido como “special one”; en la sala de prensa adelantó el regalo del día de la madre "agradeciendo a las mamás de estos jugadores que tenemos en el Atlético de Madrid, porque les hicieron nacer con unos huevos así de grandes”; y repartió abrazos. Muchos abrazos. ¿Lo mejor de todo? Que los abrazos más fuertes aún están por llegar. Ah, y por cierto, la citada batalla de Stamford Bridge... la perdieron los vikingos. El que quiera entender, que entienda. Nos vemos en Lisboa.