jueves, 24 de septiembre de 2015

El 'Kun' Correa, el miedo a amar e idiosincrasias inventadas

JORNADA 5- ATLÉTICO 2-0 GETAFE
Goles: Griezmann (2).

El martes en el Calderón fue un partido soporífero. No pasará a la historia. La gran mayoría del público asistente no lo recordará en poco tiempo, especialmente la afición visitante (ni un azulón en un desplazamiento de 15 kilómetros...). Un tempranero gol de Griezmann, tras controlar lo que era un disparo de Gabi y enviarlo de volea a la red, hacía presagiar una goleada a orillas del Manzanares (1-0). Pero el encuentro entró en una fase de encefalograma plano en el que sólo Pedro León pudo hacer dispararse las constantes vitales de no haber definido torpemente un mano a mano con Oblak.

¿PUEDE SER CORREA EL NUEVO KUN?
Sin embargo, yo sí recordaré este encuentro, por ser el día en el que Ángel Martín Correa Martínez (9-3-1995- Rosario, Argentina) comenzó a enamorarme. Entró en el descanso por Yannick Carrasco (desaparecido) y fue un deleite verle gambetear con la pelota cosida al pie. Parecía un niño jugando en las calles de su Rosario natal. Cada vez que la bola parecía que se le iba, su pierna de goma volvía a atraerla un poquito más junto a él. Inventó un par de quiebros inverosímiles (como el que hizo en Eibar la pasada jornada en el 0-1) que me hicieron marcharme del Calderón convencido de dos cosas: primero, había valido la pena asistir al estadio sólo para verle; y segundo, tenemos una estrella en ciernes.
"Kun, Kun, Kun", gritó un chico una fila más atrás después de que Correa dejara sentados a dos contrarios. Y sí, su magia recuerda a la del Kun Agüero (ya le compararon con el del City cuando se le fichó). Sólo esperemos que no tenga el mismo final...
Y es que desde hace varios años (especialmente tras la marcha del propio Kun), los colchoneros hemos tenido que resignarnos a que nuestras más grandes estrellas terminarán marchándose más pronto que tarde (antes fue Torres, después De Gea, Falcao, Diego Costa...).

EL MIEDO A ENAMORARSE
Ahora mi miedo se centra en Griezmann. El galo hizo el 2-0 en el minuto 89 tras pase de la muerte de Jackson (que volvió a estar muy espeso) y ya lleva cinco tantos esta temporada (cuatro en una semana). La temporada pasada hizo 22 en Liga (fue el tercer máximo goleador del campeonato sólo por detrás de los dos de siempre) y su crecimiento está abocado a convertirle esta temporada en el indiscutible buque insignia de los rojiblancos.
Su desparpajo, su clase, su velocidad, su regate, su carisma, incluso su look (joven y de estética similar a la de Torres) le convierten en el ídolo perfecto para la afición. Pero es tan difícil volver a amar cuando te han roto el corazón tantas veces. ¿Cómo encariñarse con un nuevo niño cuando sabes que el riesgo de que se marche en un futuro cercano es tan alto? En cualquier caso, si algo hemos aprendido los atléticos en las últimas temporadas es que es mejor centrarse en disfrutar del presente sin mirar mucho más lejos por cosas que, primero, no sabemos a ciencia cierta si van a pasar y, segundo, poco podemos hacer por cambiarlas. Carpe Diem (aprovecha el momento), que decían los clásicos.

IDIOSINCRASIAS INVENTADAS
Tras esta victoria anodina (pero tan importante como necesaria), el Atleti acumula una trayectoria casi intachable. Diez goles a favor y cero en contra en cinco partidos oficiales, sin contar el del Barça. Pero el Barça cuenta, claro...
Al hilo de esto quiero hacer mención a un artículo de opinión escrito por un redactor de Marca (al que tampoco quiero hacer más publicidad) que no he podido comentar antes por falta de tiempo. Bajo el título ¿Por qué no somos todos del Atleti?, defendía que "el Atleti da sentido a todo, a la victoria y a la derrota, que la enmascara... Si gana, porque gana, y si pierde porque, como el pasado sábado, tocaba perder. Todo está justificado".
Desde el resentimiento de que el Atlético de Madrid no pudo hacer lo que el Madrid tampoco sabe (ganar al Barça), argumentaba que el hincha del Atleti siempre es feliz, el "Viva er Beti manque pierda", alejado de mayores exigencias.
El personaje en cuestión, obviamente, no sabe lo que es ser del Atlético de Madrid. Como tampoco sabe (no debió estar) cuantísima gente salió muy tocada del Calderón ese sábado, no sólo por perder contra el Barça, sino por la imagen de impotencia y de falta de respuestas que demostró en la segunda parte.

EL ATLÉTICO NUNCA ES FELIZ EN LA DERROTA
Ayer, cuando vi cómo el Celta de Vigo ahondaba con goles en las heridas de este Barça (más vulnerable que el del año pasado) me lamentaba por no haber jugado de otro modo que nos hubiera llevado, sin duda, a derrotar a los blaugranas. El aficionado atlético, el de verdad, nunca es feliz en una derrota y jamás se conforma con ser tercero, porque ya lo hemos sido muchas veces y nuestra lucha histórica siempre se ha basado en llegar a lo más alto. Eso sí, cuando no lo hacemos, jamás se nos escuchará decir que fue porque el torneo en cuestión "no nos interesa" (manido recurso para justificar las eliminaciones coperas) o porque "hemos tirado" la competición (como ocurriera en la Liga que levantó el Atleti). Dudo que ningún colchonero sea feliz en la derrota. Lo que es seguro es que al menos sabe perder. Y levantarse.