jueves, 2 de junio de 2016

Y si Dios existe, obviamente no es del Atleti

FINAL DE CHAMPIONS- REAL MADRID 1-1 ATLÉTICO DE MADRID
Goles: Carrasco. 
Penaltis: 5-3
En la vida siempre hay que elegir. Cada día, a veces cada hora, hay decisiones que marcan nuestro devenir y definen el tipo de persona que somos. Puedes decidir si eres más de rock o de música clásica; si quieres seguir estudiando o ponerte pronto a trabajar; si apuestas por lo público o por lo privado; si prefieres un Mercedes o conducir un Ibiza; si necesitas un hotel de súper lujo o disfrutas más de una acampada en medio de la naturaleza; si te gusta la comida minimalista en un restaurante tres estrellas Michelín o si disfrutas más una buena tortilla de patatas; si eres del Madrid o del Atleti...
  
TUS VALORES NOS HACEN CREER
"Tus valores nos hacen creer" era el nuevo lema que defendía la grada rojiblanca en San Siro. Enfrente, un imaginativo y nunca antes visto "Hasta el final, vamos Real".
Me contaba Diego Godín en su biografía que se había convertido en un hincha más del Atlético de Madrid porque "los valores del Atleti son mis valores: la lucha, la entrega, el espíritu de superación, el ganar las cosas a pulmón...".
Y esos valores son los que a todos nos hicieron creer que esta Champions era la nuestra.
En mi caso, soy de Getafe de toda la vida y trabajo en el Ayuntamiento de Parla, uno de los municipios más endeudados de España, pero que lucha cada día con honradez y sacrificio para salir de esa situación y volver a repuntar. Como dice mi alcalde, "gobernar en Pozuelo, donde sobra el dinero, sería muy fácil"...
Procedo de una familia humilde, en la que nunca nos han regalado nada. Me pagué mis estudios universitarios con un trabajo en el McDonalds y mis primeros trabajillos me sirvieron para costearme el carnet de conducir. Casi todo lo que he logrado en esta vida ha sido a base de esfuerzo y determinación y pocas veces las cosas me resultaron fáciles y la fortuna me sonrió a la primera.

UN VIAJE DE 15 HORAS EN FURGONETA "POR EL ATLETI"
Por eso, cuando el Atlético de Madrid llegó a esta Final de la Copa de Europa consideré que era la mejor idea del mundo hacer el viaje en furgoneta en vez de en avión. En esta ocasión sí tenía dinero para haberme permitido ese vuelo (570 euros a través de la Agrupación de Peñas..), pero me pareció obscena la idea de gastarme esa cantidad en un viaje que por otros medios me podía salir por poco más de 100 euros.  
Creo que ese trayecto en furgoneta, ese sacrificio, esa lucha, esa humildad, iban más con el modo con el que mi equipo había llegado a esa Final de la Champions y con la forma en la que quería que levantara, por fin, esa primera Copa de Europa. En cierto modo, ese viaje de 15 horas de ida y 15 horas de vuelta (sin contar paradas) era mi "penitencia" con la que ganarme ese trofeo.
Y los otros coches, caravanas o furgonetas con los que nos cruzamos en ese largo trayecto me reafirmaban en que el camino era el correcto: el 90% eran del Atleti, ataviados con sus camisetas, sus banderas o sus bufandas rojiblancas ondeando al viento.

PERO EL 75% DE LA GRADA ERA DEL MADRID
Pocos madridistas eligieron ese modelo de viaje. Sin embargo, a mi llegada a San Siro pude comprobar con perplejidad cómo el porcentaje cambiaba de forma ostensible: el 75% de los ocupantes de la grada iban vestidos de blanco. Dejando a un lado nuestro fondo, todo lo que abarcaban mis ojos estaba teñido de blanco en unas gradas que, para más inri, tenían mucha similitud con el Bernabéu.
Pese al enfado inicial, no lo vi como algo especialmente negativo, ya que, al fin y al cabo, al Atleti se le da bien ganar finales en el Bernabéu. Así que me pertreché del optimismo que había defendido en las semanas previas a la gran cita y me apresuré a decirle a un niño de diez años una fila delante de mí que la de esa noche sería su primera Champions. "¡La mía también!", me replicó su padre. "Ya bueno, pero tú ya eres muy mayor. Deja que felicite al niño", le respondí divertido.

UN NUEVO GOLPE, MUY PRONTO
Por desgracia, las bromas, y el optimismo, duraron poco. Al cuarto de hora, una falta lateral de Kroos era peinada por Bale, y Sergio Ramos (en ligero fuera de juego) gana la partida a Savic y marca casi sobre la línea de gol. Que el tanto con las reglas del juego en la mano debió ser anulado, es algo indiscutible. Pero no lloraré una Champions perdida por una decisión arbitral que cuanto menos era complicada. Hay otros muchos motivos para llorar.
El gol parecía sumarse al marcado por el propio Ramos en el 93... y a la derrota en Lisboa... y a la Copa de Europa perdida en el 74... Y las lagrimas, de hecho, aparecieron en algunos en la grada. Una grada, al menos en mi sector, que durante muchos minutos enmudeció. "¡Vamos coño, que esto parece un funeral!", gritó puesto en pie mi compañero Peris, con el que tuve el honor de presenciar la Final. Sus palabras me hicieron darme cuenta de que ya habría tiempo para llorar, si tocaba. Que entonces era uno de los escasos 20.000 afortunados colchoneros que podrían presenciar esa cita en directo, y debía dejarme la garganta alentando a mi equipo, por mucho que mi corazón estuviera encogido.

EL DESCANSO Y EL PENALTI ME HICIERON VOLVER A CREER
Así que cuando llegó el descanso me fui a los baños de San Siro, me lavé la cara, me mojé el pelo, y me decidí a darlo todo los siguientes 45 minutos.
Y según volví a mi asiento, al minuto de juego, penalti a favor del Atleti. Pepe arrolla a Torres y el árbitro pita. "¡Nunca dejes de creer, joder, nunca dejes de creer!", me dije entonces. Pero volví a derrumbarme. Griezmann, habitualmente bastante fiable desde los once metros, pegó un zapatazo al larguero en vez de lanzar con más sangre fría. Seguíamos por debajo...

CARRASCO DESNIVELÓ LA CONTIENDA
La entrada de Carrasco en el segundo acto, unida a la lesión de Carvajal (entró Danilo), desniveló la balanza de nuestro lado. El belga hacía daño y en una colada suya a punto estuvo de marcar Saúl. Pero los minutos pasaban, el Atleti dejaba más huecos atrás, y en una contra mortal Oblak salvó un mano a mano a Benzema con metros para pensar (y para sufrir para la afición colchonera).
Y en el 78 se produjo el "milagro". Gran pase picado de Gabi (ENORME el partido del capitán), asistencia de Juanfran y Carrasco se anticipa a Danilo y fusila a Keylor a bocajarro (1-1).
Y entonces exploto con la alegría y la rabia incontenibles de algo que parecía perdido. Me abrazo a mi amigo Chechu casi con desesperación, ambos puestos en pie junto a la valla que marca la "visibilidad reducida" del sector 206 del fondo norte de San Siro. Había Final. Había justicia. Podíamos seguir soñando.
PAPELES CAMBIADOS RESPECTO A LISBOA
Entonces el escenario era otro. Los papeles se habían cambiado respecto a Lisboa. El Atleti era ahora el que resurgía más fuerte. La inercia de levantarse estando por debajo le insuflaba más ánimo. Tenía más la pelota, su medio campo mandaba y se jugaba más cerca de la portería del Madrid. Pero el gol no llegó. Y en el minuto 92:24 (no el 92:48) Sergio Ramos volvió a ganar la Final para su equipo. Después de que Carrasco se marchara en un eslalon de Modric y Casemiro, y galopaba en una carrera que era un dos para uno de él y Griezmann contra Danilo, Ramos le caza por detrás, sin apenas opción de tocar el balón, y corta un contragolpe que podría haber acabado en gol. El árbitro lo resuelve con amarilla, y con esta acción se llega a la prórroga...

EN LA PRÓRROGA PUDO EL MIEDO A PERDER
El tiempo suplementario fue similar, sobre todo los primeros quince minutos. Con un Atleti más entero, más fresco, más volcado, sustentados en un Carrasco que ganaba cada acción por su banda. Pero en la segunda mitad de la prórroga, los rojiblancos no supieron o no quisieron ir a por el partido. El miedo a perder pudo más que el ansia de ganar, y el resultado ya no se movió.

Y YO, REZANDO
Y yo me pasé toda la prórroga y todos los penaltis rezando. Pidiéndole a Dios que por favor, esta vez sí, nos hiciera campeones de Europa. Le hice todo tipo de promesas a cambio. Dejar de beber, ser mejor persona, dejar de llegar tarde a los sitios, ayudar más en casa, cuidar más de mi familia...

MIL RAZONES POR LAS QUE LA MERECÍA EL ATLETI...
Y le di mil razones por las que el Atleti merecía más esa Copa que el Real Madrid. Porque ellos tienen diez y no saben valorar lo que vale ese trofeo; porque según ganaron la décima ya estaban hablando de la undécima, ya que no saben disfrutar de sus triunfos; porque conozco madridistas que no ven los partidos de la liguilla de la Champions de su equipo "porque no tiene interés", incluso no presenciaron la ida de los cuartos "porque es el Wolfsburgo", cuando nosotros dejamos incluso de comer para ver el partido contra el Astana (a las cuatro de la tarde); porque cuando ganan dicen aquello de que "la Champions es nuestra competición" o "va en nuestro ADN", pero cuando pierden es porque "han tirado" tal o cual partido; porque nosotros habíamos eliminado a los dos últimos campeones de Europa (Barça y Bayern), mientras ellos se habían cargado a dos equipos que jamás han jugado ni una Final (Wolfsburgo y Manchester City); porque nunca antes, jamás, ningún equipo había perdido sus tres primeras finales de Copa de Europa (las tres en la prórroga...), mientras ellos ya habían vencido en diez de sus trece finales; porque el madridista medio presume de haber visto cinco Copas de Europa "con sus ojitos", cuando tanto en la final de Lisboa como en la de Milán estaban sentados en el sofá de su casa y hay temporadas enteras en las que lo más cerca que están del Bernabéu es tomando un cubata en Avenida de Brasil; porque cada año tienen a su favor un presupuesto que casi quintuplica el nuestro, el apoyo de todos los medios y el favor de las instituciones...; porque mientras nosotros tenemos el valor de situarnos entre la minoría (en mi colegio éramos dos de 24 del Atleti... en mi equipo de fútbol sala somos dos contra ocho...), ellos celebran sus victorias y se ríen las gracias mutuamente arropados en el calor de la mayoría; porque donde ellos son lo mismo, son lo común, son "del que gana", nosotros somos lo diferente... y hay que tener mucho valor para atreverse a ser diferente...

PERO DIOS  NO ME ESCUCHÓ
Pero no me escuchó. Dios no me escuchó. Juanfran estrelló en la madera el penalti decisivo. Una persona abnegada, trabajadora, que se ha hecho así misma. Uno de esos hombres que pocas veces luce, pero que se sacrifica por el beneficio del grupo. Un extremo talentoso que renunció a las florituras individuales en ataque para triunfar en su carrera con la lucha por tapar su defensa en pos del éxito colectivo. Alguien que cambió la presunción de superioridad de lo blanco por la nobleza y el espíritu de sacrificio de lo rojiblanco.
Y entonces vino Cristiano... El mismo hombre que hace dos años, con todo decidido, se quitó la camiseta para mostrar a Europa su cerebro, pero ni celebró el decisivo 1-1 de Ramos. Una persona que días antes había manifestado que le había "jodido" perder la Bota de Oro, pero en cambio no le había molestado perder la Liga y la Copa "porque iban a ganar la Champions"...  Alguien que tras la victoria del sábado dijo "ya le había dicho a Zidane que marcaría el gol del triunfo", cuando su único mérito fue tirar el último penalti...
Un hombre que necesita llenar de trofeos sus estanterías para paliar su enorme vacío interior... ese hombre, que tiene su propia colonia y su marca de calzoncillos, una multinacional en cuerpo de Madelman, sí anotó la pena máxima final... y digo bien, pena máxima, porque jamás un lanzamiento desde los once metros provocó al mundo más pena que ése...

Y LLORÉ MI DESVENTURA
Entonces me levanté, como un resorte, y me marché de la grada, donde había visto en cuclillas la
tanda de penaltis. Y en los pasillos exteriores de San Siro, mirando al cielo de Milán, me refugié en una columna para llorar amargamente mi desventura. Y maldije a Dios por querernos tan mal, por ser tan injusto, por darnos tan poco tras haber luchado tanto, por repartir de modo tan injusto alegrías y tristezas sin tener en cuenta el esfuerzo, el mérito y la perseverancia de cada uno. Le maldije por estar lanzando al mundo un mensaje tan, tan poco ético: que al final siempre ganan los mismos, que no importa lo que te esfuerces, que el creer y el trabajar no es suficiente, que con la humildad, el sacrificio y la nobleza no se llega más lejos que con la prepotencia, el poder, el favor de las altas instancias y el dinero; que el camino más fácil al final es siempre el más directo a la meta, y que no vale la pena recorrer penurias, heroicidades y luchas hasta la extenuación, para que en el momento decisivo se acabe muriendo en la orilla.

OTRA VEZ LA MISMA PELÍCULA
Hace dos años escribí que el final de Lisboa fue la típica americanada con once héroes conquistando el mundo y Florentino Pérez y José María Aznar abrazándose en la grada, una película que ya habíamos visto diez veces (ahora once); y por el otro, el clásico dramón en el que el perdedor carismático, el atractivo desdichado, el ganador moral, muere entre la lagrimada general, bajo la promesa de una revancha futura que se apunta en el debe del destino.
Entonces, ya dije que esa película, aunque yo no la vi, la echaron hace 40 años y a mí ya me la habían contado. Y pedí que me devolvieran el dinero, porque no sabía si tendría fuerzas, ni ánimo, ni tiempo... para ver la trilogía...
La trilogía tardó sólo dos años en llegar. Y volvimos a ir todos. No faltamos ni uno. Henchidos del "si se cree y se trabaja, se puede", confiados en el "nunca dejes de creer". Pero el final ha vuelto a ser el mismo. Y si entonces dije que era posible que pronto volviéramos a vernos en otra igual, ahora, lo lamento muchísimo, no lo siento igual.

TIEMPO Y ORGULLO
El tiempo cicatrizará las heridas, pero no las cerrará. Cuatro días después, al menos he tenido el ánimo de publicar este post que llevo escribiendo desde el martes (antes no tuve fuerzas para ponerme al teclado) sin ser capaz de acabarlo.
Es muy duro volver a la casilla de salida después de tanto esfuerzo. Pero si hay algo de lo que sí sentirse orgullosos es de que el modelo, nuestros valores, están intactos. Y son los acertados. Sustentados en ellos, se puede volver a empezar. 
Hay otros, en cambio, que son tan pobres que sólo tienen copas.